Jóvenes sólo somos durante poco tiempo. Y puede parecer extraño, pero, a veces, los que no son jóvenes ni siquiera lo recuerdan. Aunque, pensándolo bien, quizás es imposible recordar una época en la que nunca se ha vivido.
Hubo unas palabras de Candela, una de las “actrices” de la película (entre comillas, sí; porque es la misma persona delante y detrás de la cámara), que me hicieron pensar: “Yo no soy lo que un señor de cuarenta años quiere que sea”. Y es verdad. Sólo somos nosotros. Sólo somos.
El proyecto Quién lo impide no es más que un espejo vivo; tan vivo que traspasa las fronteras del cine, con delicadeza, como si fuese un viejo amigo. Nos embarcamos en un viaje, al igual que sus protagonistas; y, a veces, la cercanía hacia ellos hace desear pellizcarse, preguntarse si lo que vemos tiene una sola pizca de ficción.
Es posible que no se convierta en la película favorita de todo el que la ve. Quizás no sea apropiada para todos los públicos, o, mejor dicho, para todos los ojos. Puede que tú mismo te identifiques totalmente; o puede que sientas lo opuesto a lo que ellos sienten. En cualquier caso, estos hechos no harían más que confirmar lo que la película es: algo, simplemente, real. Es la vida, con un título más sugerente.
Si el arte ha pasado siglos tratando de evolucionar, ¿por qué estancarnos en una sola manera de hacer cine? Explorar un mundo con tantas posibilidades es tan tentador que resulta inevitable. Únicamente hay que tener el valor de hacerlo.
Atentamente,
María Gómez Bellido
Joven Programadora Moving Cinema del Festival de Sevilla 2018 / IES Fray Bartolomé de las Casas (Morón de la Frontera)